Una novia especial by Bárbara McCauley

Una novia especial by Bárbara McCauley

autor:Bárbara McCauley
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2011-08-28T20:18:39+00:00


Capítulo 7

Sam había estado pensando en una ducha fría cuando el grito de Faith atravesó el aire vespertino. El sonido de su canturreo y chapoteo un minuto antes había sido una tortura, y la imagen de ella desnuda en el estanque le hacía hervir la sangre.

Pero el grito le heló las entrañas.

Soltó las ramas que había estado recogiendo y se lanzó en la dirección del estanque. No la vio. Gritó su nombre, escuchó, y volvió a llamarla.

¡El río!

Emprendió una carrera frenética al borde de las rocas, buscándola y llamándola con desesperación. Oteó la ribera pero sólo vio las aguas, espumeantes y furiosas.

—¡Faith!

Entonces oyó su nombre débilmente corriente abajo. Avanzó por la orilla entre el barro mojado y blando. Se vio frenado por arbustos y ramas bajas, pero continuó hacia un recodo del río siguiendo el sonido de su voz, sin parar de gritar su nombre.

¡Ahí! La vio a un metro de la orilla, aferrada a una roca al tiempo que se afanaba por mantener la cabeza fuera del agua. El río rugía a su alrededor, amenazando con hundirla. Corrió, asió una rama que colgaba a poca distancia del agua.

—¡Aguanta! —gritó y estiró el brazo hacia ella.

—¡Sam! —alargó su mano. Él se esforzó por acercarse, rezando para que la rama no se quebrara y lo hiciera caer a la corriente.

Tenía los dedos a unos centímetros cuando el río la levantó y luego se la tragó.

Saltó tras ella.

Faith reapareció moviéndose con frenesí, a menos di un metro de Sam, que se lanzó hacia ella y le asió la cintura.

—Agárrate a mí —ordenó. Tenía los brazos flojos cuando los pasó por su cuello

—. ¡Con más fuerza!

El río los arrastró sin esfuerzo, como si fueran marionetas. Sam ni se molestó en oponer resistencia; sólo habría servido para desperdiciar una energía valiosa. No les quedaba mucho antes de que el río volviera a girar, se hiciera más hondo y veloz.

Debían salir ya.

Vio su oportunidad a unos veinte metros, en un pequeño dique de troncos y ramas enganchados en unas rocas. Si pudiera sujetarse a una rama y ésta no se desprendiera, quizá consiguieran alcanzar la orilla.

Diez metros. La corriente los zarandeó hacia la izquierda, fuera del alcance de las ramas. Faith gritó ante el súbito tirón y uno de sus brazos se soltó.

—Agárrate a mí, maldita sea —rugió—. Muéstrame de qué está hecha la verdadera Faith Courtland.

Era el desafío que ella necesitaba. Unió con firmeza los brazos alrededor de su cuello. Su mentón, aunque tembloroso y un poco morado, se elevó.

Dos metros.

—Ahí vamos… —se empujó con las piernas con todas sus fuerzas y saltó por encima de la corriente, odiando tener que soltar a Faith para agarrar la rama que sobresalía. La asió con firmeza y sintió que cedía bajo el peso de sus cuerpos. Tiró con fuerza, acercándose a los troncos atrapados entre las rocas. La rama se rompió, pero logró sostenerse a otra que aguantó.

Sin dejar de debatirse contra la corriente, avanzó poco a poco a través del dique hasta llegar a aguas someras, luego la arrastró fuera de las gélidas aguas.



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